"(...) Yo me vestí también con todos los honores de la gloria, de la vanidad y del poder. Me dejé engalanar con las mejores joyas de la tierra. Todos los países del mundo me rindieron sus homenajes (...). Todo lo que me quiso brindar el círculo de los hombres en que me toca vivir, como mujer de un presidente extraordinario, lo acepté sonriendo, "prestando mi cara" para guardar mi corazón. Sonriendo, en medio de la farsa, conocí la verdad de todas sus mentiras. Yo puedo decir ahora lo mucho que se miente, todo lo que se engaña y todo lo que se finge, porque conozco a los hombres en sus grandezas y en sus miserias. Muchas veces he tenido ante mis ojos, al mismo tiempo, como para compararlas frente a frente, la miseria de las grandezas y las grandezas de la miseria. Yo no me dejé arrancar el alma que traje de la calle, por eso no me deslumbró jamás la grandeza del poder y pude ver sus miserias. Por eso nunca me olvidé de las miserias de mi pueblo y pude ver sus grandezas. (...)”
Eva Perón en “Mi mensaje” 1951.
Hay muchas marcas para poder mostrar (in)subordinación al orden establecido, para desacatar las normas que marcan cómo hay que vivir para ser normal. Una de las marcas de nuestra subordinación son los gestos aprendidos a partir de la educación femenina y en la belleza: amabilidad, suavidad, sonrisa permanente, silencio, discreción, quietud, fragilidad, ingenuidad, mesura y autocontrol, sensualidad pero “aniñada” y previsibilidad.
Luego de venir leyendo y escuchando mucho tanto lo que Eva escribió y dijo, como lo que escribieron y dijeron sobre ella, desde distintas miradas. Me atrevo a escribir sobre sus gestos de insubordinación, algunos de los que vengo encontrando mientras investigo, con el fin de mostrar la potencia de la gestualidad y el comportamiento, justamente movimientos que expresan y modifican concretamente la realidad. El movimiento nos permite explorar el mundo, exponernos a lo nuevo por fuera de lo que conocemos, y poder desafiar los límites que nos pusieron en la cultura en la que nacimos. También nos permiten poner en acción, performar, actuar, esa actitud que todavía no la sentimos como propia, pero que queremos encarnar.
Como persona racional, quizás en exceso, aprender sobre los gestos de sumisión y gestos de rebeldía, me ha permitido transformar concretamente mi cotidiano, llevando a la práctica la teoría. Encontré en Eva un conjunto de gestos que nos invitan a desafiar las reglas que impiden moverse, expresarse y liberarse de las opresiones. Esto no significa que no lea también en Eva gestos de subordinación, mucho menos que todo lo que voy a decir sea la única verdad, estoy dispuesta además a escuchar lo que tengan para opinar sobre lo que ustedes encuentran al leerla y escucharla. Mi interés no va en establecer una verdad sobre lo que Eva sentía o quería mostrar, sino en lo que me transmite su forma de moverse y actuar en un mundo tan hostil.
La gestualidad insubordinada: incomodar sin querer queriendo.
Voy a comenzar con el gesto que exige el ideal femenino de la belleza: la amabilidad. ¿De qué tipo de amabilidad hablo?, de la que tiene que ver con, reaccionar con una sonrisa cuando nos sentimos incómodas, de la que ponemos aún cuando se sobrepasan nuestros límites. Esa sonrisa, que prioriza y evita que el resto se incomode, aunque nosotras estemos incómodas, expresa la total sumisión a los mandatos y deseos de los otros. Además la sonrisa puede ser un gesto de inmovilidad, de permanecer inerte frente a lo que nos sucede, sea un insulto, violencia o abuso. Como dice Lala Pasquineli en “La estafa de la feminidad”: la amabilidad se convierte en regla, porque es necesario “(...) aplastar como sea la rabia que debería movernos,(...) de esta forma se apacigua el enojo de una manera tan radical y profunda que ya no seamos ni siquiera capaces de reconocer una injusticia como tal.”
Bien, a Evita podemos verla en muchas fotos y videos sonriendo y siendo amable, por ejemplo con las niñeses. Pero esa amabilidad, no es de la que estoy hablando. Quienes la han narrado, así como cualquiera que vea o escuche sus discursos, pueden ver a una mujer de veintitantos años en los ‘40, reaccionando con violencia y dejando de lado la pasividad, animandose a incomodar, corriendo el riesgo de perder el estatus de buena mujer para convertirse en “ESA MUJER” como la llamaron. Frente al silencio que esperaban de ella, por ser mujer y por ser “una simple actriz popular”, en ese momento entiéndase como “la chusma”o del pobrerío, ella se expresaba en voz alta, sin pelos en la lengua, ni ocultar sentimientos, reaccionando frente a las ofensas, contra ella y contra su pueblo.
“Sé que a veces bastó por toda respuesta la indignación de una mirada. Otras veces la indignación llegó hasta las palabras mismas y reconozco que fui dura en esto, incluso con algunos amigos que no me comprendían.” La razón de mi vida.
Evita no fue complaciente, ni se autocompadecía públicamente frente quienes pretendían doblegarla y ofenderla, es decir no se culpaba por ser quien era, sino que se reivindicaba a ella y con ella al pueblo de donde venía. Para explicar mejor lo que digo, destaco estas palabras de Gloria Anzaldúa: “(...) la habilidad para responder es lo que se conoce como responsabilidad, sin embargo nuestras culturas nos quitan nuestra capacidad de actuar (...). Bloqueadas, inmovilizadas, no podemos avanzar, no podemos retroceder (...). No utilizamos del todo nuestras facultades. Nos abnegamos. Y ahi, frente a nosotras, esta el cruce de caminos y la elección: sentirnos como victimas cuando otra persona tiene el control y por tanto es responsable y puede ser culpado -ser una victima y transferir la culpa sobre la cultura, (...), me absuelve de responsabilidad-, o sentirse fuerte y en gran medida, en control”. Veo en Evita, la búsqueda de forjar su propio poder, su propio destino, de tomar el control de su vida y sus deseos, con fortaleza frente al odio y frente a todos los que la quisieron someter a sus intereses y necesidades, sin posicionarse como víctima, sino como luchadora, gestos de una guerrera. Dice Evita en “La razón de mi vida”:
“(...)Dije que me había resignado a ser víctima. Más aún: me había resignada a vivir una vida común, monótona, que me parecía estéril pero que consideraba inevitable. Y no veía ninguna esperanza de salir de ella.(...)”
En este sentido, me la imagino negociando con los señores de la CGT, sindicalistas con mucho poder, y la patronal, siendo ella, en la mayoría de las ocasiones, la única mujer entre varones poderosos. Una imagen que se me presenta como lo contrario a la docilidad, más bien desobediente de protocolos y reglamentos, como la recuerdan esos mismos trabajadores que la vieron negociar y ser inflexible. Cuantos gestos de poder nos muestra Evita sentada ahí, o parada e inclinada sobre la mesa y negociando. Una chica que venía de la pobreza, que con dificultades había logrado terminar la primaria, con veintipico de años, que sin ser funcionaria del gobierno logró acuerdos imposibles y además contó indiscutiblemente, con todo el apoyo y la legitimidad como referente y conductora política de los trabajadores organizados (y también de las mujeres claro). No conozco registros históricos en el que una mujer, y además con sus características, haya logrado tanto.
Si según el ideal femenino, ser amables es no incomodar, podemos decir que la gestualidad de Eva fue en la dirección contraria, no sé si con total determinación a desobedecer todo, tampoco creo que tuviera la posibilidad de no incomodar a las clases altas, que siempre habían ocupado el poder. Desde su carrera como actriz, incomodaba que mostrará su cuerpo, luego como novia del general, incomodaba que fuera bailarina, y con casarse no alcanzó, porque “esa mujer” era una mujerzuela, que había conseguido sus trabajos con intercambios sexuales, prostituyéndose, decían.
Por eso fue el objeto predilecto de las críticas, tenía todo lo necesario para que los sectores acomodados la señalan con desprecio, la tachaban de interesada y despiadada, en un mundo dominado por patrones masculinos, y por una moral católica burguesa, Eva estaba condenada a los prejuicios.
Eva escribe en “la razón de mi vida”: “Yo los he visto y los veo todavía mirándome "compasivos" y "misericordiosos" con ese aire de superioridad que los define... Nunca entenderán cómo y por qué alguien puede hacer una cosa distinta de la que ellos piensan ¡y nunca hacen nada que no sea para ellos!.” En otro capítulo agrega: “(...)Nunca la oligarquía fue hostil con nadie que pudiera serle útil. El poder y el dinero no tuvieron nunca malos antecedentes para un oligarca genuino. La verdad es otra: yo, que había aprendido de Perón a elegir caminos poco frecuentados, no quise seguir el antiguo modelo de esposa de Presidente. Además, quien me conozca un poco, no digo de ahora, sino desde antes, desde que yo era una "simple" chica argentina, sabe que no hubiese podido jamás representar la fría comedia de los salones oligarcas. No nací para eso. Por el contrario, siempre hubo en mi alma un franco repudio para con "esa clase de teatro".
Evita les incomodó mucho, porque destrozó el género, cuando ni existía el término. El escritor Ezequiel Martinez Estrada le dice “hombre macho” en su libro. Para el antiperonismo, Evita no era una mujer, tenía falo. De hecho en Eva Perón, la obra teatral de Copi, por sugerencia del director Alfredo Arias, el personaje de Eva lo hace un varón, no hay remate.
Tener una voz y usarla: los gestos de su voz
“(...) Recuerdo que, siendo una chiquilla, siempre deseaba declamar. Era como si quisiese decir siempre algo a los demás, algo grande, que yo sentía en lo más hondo de mi corazón.(...)”
Eva Peron, La razon de mi vida
En el presente una mujer que alza la voz, que grita, se enoja, pone límites y pretende ser escuchada, es excluida de las “buenas mujeres”, en los tiempos de Evita, una mujer así no solo correría la misma suerte sino que sería considerada una “mala mujer” o “una mujer con falo”, sin embargo, Eva con su voz, luchó y conquistó el corazón de su pueblo que la recuerda hasta el día de hoy. Dicen que despertó odios y amores, pero está claro que fue mucho más el amor que el odio que recibió. Quizás, la narrativa más conocida sobre ella, no sean estos gestos de irreverencia sino más bien la de la santa o hada buena, pero no hay quien no recuerde el fuego de su voz.
Evita tuvo una voz que supo usar, expresó sus ideas políticas y ocupó espacios de poder político que hasta ese momento jamás había ocupado una mujer y que en raras ocasiones volvió a repetirse en la historia de nuestro país. Recordemos que las mujeres argentinas hasta la sanción de la ley n°13.010 “derechos políticos de la mujer”, no solamente no podían votar, sino que no podían ser elegidas y tampoco tenían libreta cívica, un documento de identidad indispensable para todos los actos civiles y electorales. Sumado a esto, las mujeres aún no tenían derecho a administrar libremente sus bienes propios y gananciales adquiridos con el producido de su trabajo, tampoco podían tener la patria potestad de sus hijos, que al igual que la elección del nombre, era facultad del padre.
Por eso es tan potente el recorrido político de Eva, fue presidenta de la Asociación Radial Argentina antes de conocer a Perón, luego ejerció la conducción de dos ramas del movimiento más votado de la Argentina, en un momento en el que todavía no habían votado las mujeres y estaba totalmente fuera de la norma la mujer que se interesaba y expresaba su opinión política. Si bien el voto se consiguió en 1947, fue recién en 1951 que las mujeres votaron por primera vez, y fue necesaria una campaña para que las mujeres fueran conscientes de su poder de elección y aún más para que lo fueran de su poder para ser elegidas y participar de la toma de decisiones de los rumbos del país. Las mujeres no se concebían como sujetas de la historia, y menos de la política.
Uno de los gestos que más me impacta de ella es el de la confianza, no por la que podemos ver o no en ella misma, sino la que supo transmitir a las mujeres con las que se cruzó. Estas mujeres pensaban que no servían para la política, es decir, para opinar, discutir, organizar, liderar y Evita las animo a hacerlo, ella les decía “nadie sabe para que esta preparado, hasta que no lo hace”. Esto lo cuentan las mujeres que fueron parte de la campaña por el voto femenino y se convirtieron en las primeras legisladoras de la historia argentina. Evita no les daba el poder, sino un gesto de confianza, que habilita nuevas formas de pensarse a sí mismas e irrumpir en la vida pública, insistiendoles en que tenían que tomar la palabra, escribir sus discursos, pensar que iban a decir y formarse. Esto decía Evita luego de la sanción del voto femenino: “ha llegado la hora de la mujer que piensa, juzga, rechaza o acepta, y ha muerto la hora de la mujer que asiste, atada e impotente a la caprichosa elaboración política de los destinos de su país.” Evita amplio el campo de posibilidades para las mujeres argentinas.
Gestos de atrevimiento
!En la vereda de enfrente, algunos mediocres han discutido y creo que deben seguir discutiendo -¡ya no me queda tiempo que perder en oírlos!- sobre mi obra. No me importan lo que piensen de mí, ni de lo que hago. Me basta saber que hago lo mejor que sé y lo mejor que puedo. Pero me causa gracia la discusión, cuando no se ponen de acuerdo ni siquiera en el trabajo que yo hago.!” La Razón de mi vida, Eva Peron.
En todos los tiempos de nuestra historia, el costo de participar políticamente para las mujeres es muy grande. Cuando la mujer que tiene una voz, decide usarla para reclamar, exigir y liderar transformaciones, es humillada por la pretendida falta de belleza y feminidad, se habla de sus cuerpos, de su edad, de cómo se visten, si usan poco o mucho maquillaje, y lo que se les ocurra. Jamás se da algo parecido respecto de presidentes, legisladores o cualquier otro político. Opinar de como se ven nuestros cuerpos y lo que hacemos con ellos, en lugar de discutir las ideas, sirve para marcarnos un limite, como dice Lala Pasquinelli “(...) para recordarnos que poco importa nuestras habilidades, pensamientos o capacidades; lo único relevante es que paguemos la deuda de belleza [y feminidad] que tenemos con el mundo (...)”.
Creo que a Evita le hicieron pagar esa deuda con la belleza, por ser una actriz, si quería triunfar no podía andar “desprolija”, después por ser la primera dama también estaba bajo el escrutinio constante de cómo se vestía. La vestimenta es política y Evita según quienes la vistieron, lo sabía bien. Algunas fotos la muestran relajada y de entre casa, en otras con boas de plumas y llena de brillos, muchos afirman que fue nuestra primer coquette.
Evita era una mujer plebeya que accedía a espacios y funciones impropias hasta ese entonces para una mujer, y que además queria verse elegante. Evita tuvo el atrevimiento de vestirse por los diseñadores más reconocidos de la época mundialmente, digo atrevimiento porque imaginense “una grasita vestida por Christian Dior”, que encima dicen que dijo “la única reina que vestí, fue Eva Perón”.
Sus detractores centraron sus criticas mas que en cuestiones políticas, en prejuicios sobre su vida pasada y especialmente sobre su estética, haciendo especial hincapié en que si ella representaba a los humildes, cómo iba a tener el descaro de vestirse como una reina. Pero como escribió Galeano: “No es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el pueblo humillado sino vengado por sus atavíos de reina.” “(...)Lo rupturista de ella fue simbolizar el acceso de las mujeres humildes al sistema de alta costura, a la elegancia y a la coquetería, que se suponía eran exclusivo de aquellos sectores que tenían el monopolio de lo distinguido. Se trataba de una usurpación, de ocupar un espacio, unos símbolos que no le correspondian”. Otra herejía más del peronismo.
Le escribí a mi amiga Brasu, nacida, criada y habitante del arrabal, admiradora de Evita y su legado, que opinaba sobre este tema, ¿Sería este un gesto de insolencia e irreverencia, adrede para incomodar?,¿una forma de sobrevivir a los prejuicios de su clase social?. Mi amiga me dijo: “Cada vestimenta es acorde a la lucha. Las mujeres lucharon, luchamos siempre por que ropa "poder ponerse", y pienso que si, Evita no iba con el vestido con miriñaque a negociar a las fábricas, acá otro gesto de sagacidad, saber cómo le convenía ir vestida le permitió usar la ropa como una herramienta, una estrategia para cumplir con el objetivo que se propusiera. Por otro lado también destacar que las mujeres y las disidencias hemos luchado mucho por poder elegir qué ponernos, no solo porque algunos vestuarios estuvieran prohibidos, sino por las limitaciones económicas para poder elegir qué ponerse o tener tiempo de dedicar tiempo a esas cuestiones más superficiales.
. Un indicio sobre esta estrategia puede verse a su regreso de la gira europea, donde ella cambia los vestuarios llamativos por trajes de sastre mas sencillos, el peinado típico del rodete y casi nada de maquillaje o joyas, ¿será un gesto de comodidad? La cantidad de tiempo y trabajo que puso esos años posteriores en su misión, quizás le requerirían más practicidad, ponerse cualquier trajecito que no diera que hablar, clavar rodete prolijo, labial coquette y al ruedo.
Los gestos detrás de migrar y viajar, moverse y mutar.
Volviendo al viaje, quiero destacar acá el gesto de coraje que hay en moverse, viajar, irse lejos, a donde hablan otros idiomas, tienen otras maneras, protocolos, y encima una es o una pueblerina o una sudaca vestida en sedas. Eva ya sabía de lo que implicaba moverse, se fue de su casa a los 15 años a probar suerte en la capital. Si bien no eran los 15 años de ahora, en ese tiempo las mujeres se iban de la casa cuando estaban casadas o se mudaban a convivir con un hombre, no se sabe las condiciones en las que viaja, aparentemente su mamá se había negado a que se fuera sola y tan joven, pero ella habría insistido tanto y de manera tan tenaz que logró que la dejara. Fue esta una de sus primeras rebeldías. Enfrentarse a ese miedo y a los peligros de la gran ciudad, para una chica joven de un pueblito de la provincia debe haber significado un movimiento interno muy fuerte, pero sobre todo demuestra un deseo muy grande, porque esos primeros tiempos en capital no fueron fáciles y sin embargo nunca volvió a su pueblo. Si bien es cierto que tenía algunos contactos y su hermano Juan, estaba haciendo el servicio militar obligatorio, lo cierto es que tuvo que armar su camino sola con pocos estudios y mínimos recursos, dormía en pensiones baratas y casi no comía. El gesto de migrar hacia sus sueños y sostener con convicción, tenacidad y fortaleza su deseo, la llevó desarrollar sus propias habilidades y destrezas desde la misma marginalidad, no solo como actriz, sino las necesarias para sobrevivir. Logrando su cometido de ser una actriz conocida popularmente, en 1945 logró mudarse a un departamento y tener un mejor pasar economico.
No puedo dejar de mencionar aquí, el viaje a Europa que los medios bautizaron “gira arcoiris”, y también fue un movimiento muy grande en su vida de ir hacia lo desconocido, con la responsabilidad de cumplir con la misión encomendada y representar a los y las argentinas. Este gesto de coraje, dicen que produjo una confianza muy grande en ella, ya que a su regreso se volcó de lleno a su causa, dejando en ella la vida.
El gesto de justiciera
“(...) mi sentimiento de indignación por la justicia social es la fuerza que me ha llevado de la mano, desde mis primeros recuerdos, hasta aquí...y que ésa es la causa última que explica cómo una mujer que apareció alguna vez a la mirada de algunos como "superficial, vulgar e indiferente", pueda decidirse a realizar una vida de "incomprensible sacrificio".
E.P en La razón de mi vida
Pero hubo algo que la movilizaba aún más que viajar, y era la rabia hacia los traidores de la patria perpetradores de injusticias. El gesto de escribir, con toda la autoridad de su palabra, sin ninguna otra formación que la calle y la vida misma, sobre lo que le daba rabia, lo que la enfurecía y enojaba, es un gesto de soberanía y libertad. Dueña de sus sentimientos, expresó el odio que sentía por quienes consideraba sus enemigos, que la querían muerta, humillada y callada, y explotaban a su pueblo.
Pudo reconocer desde muy pequeña el sentimiento de injusticia. Eva vivió la injusticia de ser marginada por ser hija natural, una bastarda para la época; al morir su padre sufrió la injusticia de que le impidieron entrar a su velatorio a despedirlo, enseguida también su madre y hermanos quedaron desprotegidos y en la pobreza teniendo que abandonar la estancia de Juan Duarte. Migraron forzosamente a otra ciudad y con dificultades, su mamá se dedicó a la costura, mejorando económicamente pero sin que eso significara pensar en un futuro próspero para sus hijos. Allí Evita pudo al fin terminar la primaria. Conoció las injusticias de la marginalidad, los trabajos mal pagos, a los que exigían intercambios sexuales por trabajo, también las injusticias del género, nacer con vulva y ser considerada una humana de segunda, y seguramente muchas más. Ella nos cuenta: “(...)empecé a intervenir en algunos conflictos (…) y mis mejores propósitos de callarme y de "no meterme" se me venían abajo en la primera ocasión. Empezaba a manifestarse así mi rebeldía íntima. Reconozco que, algunas veces, mis reacciones no fueron adecuadas y que mis palabras y mis actos resultaron exagerados en relación con la injusticia provocadora. ¡Pero es que yo reaccionaba más que contra "esa" injusticia, contra toda injusticia! Era mi desahogo, mi liberación, y el desahogo lo mismo que la liberación suelen ser a menudo exagerados, sobre todo cuando es muy grande la fuerza que oprime. (...) E.P en La razón de mi vida.
Sentir la furia por las injusticias propias, creo que fueron el puente que le permitió poder sentir las del resto también como propias, así lo dice ella en “La razón de mi vida”: “(...)Para explicar mi vida de hoy, es decir lo que hago, de acuerdo con lo que mi alma siente, tuve que ir a buscar, en mis primeros años, los primeros sentimientos... He hallado en mi corazón, un sentimiento fundamental que domina desde allí, en forma total, mi espíritu y mi vida: ese sentimiento es mi indignación frente a la injusticia. Desde que yo me acuerdo cada injusticia me hace doler el alma como si me clavase algo en ella. De cada edad guardo el recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente.”
Evita sentía la injusticia y buscaba comprender su mundo, no quería ser ingenua, por eso elegía muy bien en quien confiar, siguiendo su intuición, reconociendo engaños, moviéndose con cautela, evaluando riesgos y peligros, informándose. Acá hay un gesto de sagacidad y perspicacia, cualidades que la normas sociales han asociado al género masculino, pero que Eva se apropia para ella con gestos de astucia y también de prudencia.
“Muy frecuentemente me ha sucedido esto: concibo una idea siendo que es fecunda y útil y que, realizada, dará beneficio a la causa del pueblo. Cuando lo expongo,(...) casi todos aprueban aunque no todos crean tal vez que eso es lo mejor, pero no faltan nunca quienes lealmente intentan persuadirme de que no me conviene y así me entero de que todos o la gran mayoría piensa que tal vez no convenga. A veces tienen razón, pero cuando yo estoy absolutamente convencida, cuando "siento” claramente que la idea tiene que salir bien, me lanzo a realizarla a pesar de todos los augurios; ¡y son las mejores realidades de mi vida! “
Gestos de libertad: construirse a si misma
Evita y su presencia fuera de las normas de la época, es el gesto de una mujer libre, lo que para mí significa que vivía de acuerdo a los principios que venían de ella misma y no desde afuera, vivía con sus propias leyes. Su forma de ser mujer fue la antítesis de la ama de casa dedicada a las tareas del hogar, rompe totalmente con ese estereotipo. Ella no era objeto decorativo del gobierno, ni de su marido, no se dedicó a ser la primera dama. Evita se dedicó a construir su propio poder por eso la tildaron de ambiciosa y oportunista, porque no se conformaba con lo poco que le había tocado en la vida. Jamás se les cuestiona, ni se les condena a los hombres por su ambición de la misma manera que a las mujeres, ya que en un hombre la ambición de poder es una cualidad socialmente esperada. El gesto de determinación a construir poder, es lo que la vuelve peligrosa, pero ella sabe que necesita el poder, porque así va a poder cambiar las cosas.
Evita construyó un mundo a su medida. Incluso cambió de nombre todas las veces que quiso: fue Eva Maria Ibarguren, Eva Duarte, Maria Eva Duarte, Eva Perón y Evita. Ese mundo que deseaba esta escrito en sus textos y en el registro de sus discursos, Eva nos legó una filosofía política que habrá que leer y analizar, pero sus gestos desobedientes, rebeldes e irreverentes, son una herramienta práctica para encarar la construcción de nuestros propios mundos, para comprometernos con la misión de no dejarse arrancar del alma lo que una trae profundamente consigo.
“(...) Si yo fuese funcionario dejaría de ser "pueblo", no podría ser lo que soy, ni hacer lo que hago. Además yo he sido siempre desordenada en mi manera de hacer las cosas; me gusta el "desorden" como si el desorden fuese mi medio normal de vida. Creo que nací para la Revolución. He vivido siempre en libertad. Como los pájaros, siempre me gustó el aire libre del bosque. Ni siquiera he podido tolerar esa cierta esclavitud que es la vida en la casa paterna, o la vida en el pueblo natal... Muy temprano en la vida dejé mi hogar y mi pueblo, y desde entonces siempre he sido libre. He querido vivir por mi cuenta y he vivido por mi cuenta.” Eva Peron, en La razón de mi vida.
Por Camila Burgueño Ortiz
Por Camila Fiamma Burgueño Ortiz
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