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sábado, 20 de septiembre de 2014

Hombre piedra, siempre cayendo en manos de otra medusa.


"A la tarde, en la montaña, un Perseo te va a limar las cadenas
Y te vas a ir corriendo por los montes hiriéndote los pies..."


Porque nunca te pusiste a pensar que estabas haciendo,
te acostumbraste a vivir esclavo de esos hierros
que te mantenían invisiblemente preso.

Nunca te diste cuenta que la llave estaba en tu bolsillo,
porque nunca te pusiste bien los pantalones.
Siempre esperando que alguien te salve,
siempre salvándote,
siempre quieto al lado del camino,
con los ojos semicerrados con miedo a la luz del sol.

Tu alergia al cambio, tu odio a lo anormal,
tu gusto por lo correcto y tu terror a lo desconocido,
hoy al igual que ayer y siempre me dan bronca.

Y ahi te vas corriendo por el monte,
rodando cada tanto por las caidas,
con hambre, frio y sueño,
perdido y sin mapa.

Claro, con las cadenas estabas mejor.
Con tus sombras estabas mas seguro.
Con la seguridad y la ignorancia eras mas feliz.
Preferís a todas las medusas, que te convierten en piedra,
que a estos Perseos, atrevidos y aventureros
que te aman solo por el hecho de tu existencia inutil.

Mi memoria, tu memoria, nuestra memoria: para saber la verdad y hacer justicia.

Quien dijo que todo esta perdido? yo vengo a ofrecer mi corazon.

Pensando en él, en escribir de él. Desde que se fue a chacarerear por ahí. Ahora que lo conozco, que puedo ver quien es, quiero escribir de todo esto que me parece que me pasa: extrañar, esa cuchillada de amor después de tantos años de olvido.
Me mueve ahora, ese olvido, como me ha movido siempre. La negación, la invisibilidad, la marginalidad, la exclusión. Adjetivos de la historia que me gustaría contar.
Pienso, que importante sería que lo escucharas, que le hablaras, que pudieras abrazarlo y verlo en todo lo que es y fue [a él]. 
Que importante sería que hiciéramos memoria [los tres]. 
Que intentáramos recordar desde nuestra infancia, desde nuestro contexto político y económico, desde nuestra visión del mundo cuando eramos jóvenes (bueno, yo soy joven), de la cantidad de veces que nos la comimos, de la cantidad de veces que no nos las comimos y de como fue que te rompieron el corazón por primera vez. 
De qué nos sirve saber todo eso? Para mi, conocer nuestro pasado permite vernos con otros ojos, ponernos en el cuero del otro, y lo más importante: encontrar nuestra identidad. Porque la identidad es un derecho, y si bien cada uno tiene su propia identidad, a uno lo atraviesan un montón de otras identidades, la de tu familia, grupo social, amigos, política, nación, etc.
Pero ¿como podemos saber quienes somos sino hacemos memoria? La memoria es el elemento que constituye nuestra identidad, estamos formados por nuestro pasado, y no conocerlo, no indagarlo, no nos permite ver quienes somos.
Negar el pasado, intentar olvidarlo, es no asumir lo que hicimos y lo que no hicimos y las consecuencias y peor aun, es borrar lo que hemos sido. Estas son maneras de eludir toda responsabilidad y de construirse una falsa inocencia.
Es por eso que creo necesario hacernos cargo de la propia realidad, del pasado, de nosotros y de lo que hicimos. Hacernos cargo. Dejar de mirar para otro lado y hacer como que todo esta bien. Como que ya paso. Silenciarlo. Enterrarlo. Esconderlo. Al pasado. Es hacer eso con tu propia identidad. 
Por eso siento la necesidad de hacer memoria, para que mi propio ser no muera día a día. Con miedo de hablar, con temor al que dirán, con el susto de quedarme sola. Siento la necesidad de volver al pasado para mirar mi presente y no quedarme encerrada en él sin saber por qué, para poder crecer en paz, resolviendo los conflictos de mi pasado.
Pero sobre todo por mi.
Para poder ser quien quiero ser, para poder conocer y elegir día a día mi identidad. Para poder hacer justicia sobre mi propio nombre, sexo y historia. Para saber la verdad, y establecer la mía propia.